Cuánta envidia recorre las calles de esta ciudad áspera y sibilina
Muchos levantan sus voces soterradas y malsanas
para juzgar nuestro amor prohibido
Mientras compartimos el mismo tálamo
nos metemos bajo esta cobija azul que como celestial hábito nos cubre
para proteger nuestros cálidos cuerpos y compartir cada certera caricia
Más yo mujer, enamorado de la dulzura de tus ojos oscuros y de tus senos
dejo deslizar mi piel suave sobre el ardor de tu apacible desnudez
Acaricio tus pezones gitanos, pequeños y redondos
que predicen mis deseos en esta pasión que te entrego
Resbalo mi mano como sudor por la calidez de tu Monte venerado
donde ocultas mi sexo erecto y ardiente
Abro tus piernas beduinas como estrechas veredas
que huelo y saboreo en cada momento que me recibes
Canto a la belleza de tu rostro que arropo con mis miradas y mis besos
Eres tú mujer la oración que me sosiega y me enamora
Hoy mujer, no temo a ejércitos que me sitien con su cáustico verbo
ni a duendes perjuros que nos rodeen
Tu cuerpo y tu pasión son el escudo que me resguardan
Tú amor mio, eres el templo que me sostiene
y tu cuerpo desnudo, la columna que me da fortaleza
Tus pies morenos te han traído con promesas de divina entrega
y tu sombra sujeta a la mía, es la yunta que nos adosa
No habrá piedras ni palos en el camino que pretendan herirnos
Sobre nosotros caerá la bendición
de nuestro
imperfecto
amor.
Tercer Canto
Como sombra das vuelta alrededor de mi desierto
cuando camino por esta ciudad de verdades inciertas
y cada piedra y ladrillo cuentan una historia de nuestro secreto amor
Recuerdo cuando saltábamos sus fronteras
refugiándonos en la intimidad de cada claustro para amarnos
nuestros desnudos cuerpos daban vueltas entre sábanas
y yo compraba calas de madera para ti en cada aniversario
Hoy una prolongada distancia parece ser mi castigo
y en mis sueños aun siento mi espada
recorrer tu vientre y tus muslos suaves y abrasadores
horadar tu cálida vagina o explorar tu delicada boca
Aún siento en mi piel el ardor de esos delicados mordiscos que me dabas
y tus pequeños senos como capullos guardados en mi boca
Nunca un amor de amantes fue tan festejado como el nuestro
Nunca una indignación tuya fue tan manifiesta o prolongada
Yo me hice incrédulo ante las pitonisas del oráculo
sordo a tu llanto y a tus palabras tristes
No atendí ninguna señal que me fue dada
Ahora el santuario de tu cuerpo y tu pasión, me niegas
y no encuentro caminos que hagan retroceder tus pasos o tu mirada
Te alejas callada con la ira o el gozo de la venganza tallado en tu rostro
dejando este otro silencio mayor que habita mi corazón
Vacío, espero el regreso de las nubes cada día
y rezo penitente nueve novenas por cada amargo mes
tratando de encontrar de nuevo el olor de tu piel y el sabor de tus besos
Un rayo de luz cruza el sombrío camino y tu figura de mujer
se dibuja